“Un itinerario en tono mayor” será la exposición del año por varias razones. Vital, emotiva, inspirada, íntegra, magníficamente organizada. Mencionar a Antonio Prats-Ventós es evocar e invocar la escultura dominicana. Celebrar el centenario de su nacimiento y presentar una muestra de sus obras, enaltece una iniciativa que la memoria, la historia, la cultura agradecen. Solamente el Museo Bellapart podía asumir este reto.
No se trata solamente de que el Museo ofrezca la mejor comunicación institucional del arte dominicano en el país, sino de un factor muy personal y exclusivo, los lazos, espontáneos y permanentes, entre Juan José Bellapart y Antonio Prats-Ventós.
Compueblanos, el nacimiento tiene su importancia, ambos dejaron la entonces perturbada tierra catalana y emigraron a la República Dominicana que se convirtió en su patria- Maribel Bellapart por cierto lo expresó en hermosas palabras, introduciendo la exposición.
La amistad floreció entre el apasionado coleccionista y el apasionado artista cuyas obras por decenas pasaron de una mano creadora a un patrimonio altruista.
Hoy, compartimos la felicidad de disfrutarlas, junto a otras cedidas por la familia del maestro: un despliegue “sensible” se ve, se nota, muy distinto a un mero traslado…
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Antonio Prats-Ventós, del hombre al creador
Quienes hemos tenido la dicha de conocer a Antonio Prats-Ventós, de visitarle en su casa – calle Lópe de Vega-, de saborear el café negro que siempre brindaba, de opinar acerca de sus intenciones e invenciones, no logramos evitar una profunda emoción.
Ahora, saboreando los frutos de su labor, nos parecía mirarle, cigarrillo entre labios y ojos expresivos que las gafas no podían disfrazar.
Si las obras suelen portar la huella de la personalidad del artista, en el caso de “Toni”, era, una simbiosis, una relación estrecha que se aplica a sus esculturas y hasta las explica.
Nos permitimos decirle Toni: así firmó la dedicatoria de la monografía que nos obsequió, “Prats-Ventós, un escultor dominicano”, escrita por Pedro Vergés. Era el año 1981, Antonio Prats-Ventós había esculpido sus grandes y famosas series: el Bosque, la Selva, las Meninas. Ese Bosque que él expuso (y acompañó) en el Museo de Arte Contemporáneo de Madrid: era ya un maestro internacional.
Esta carrera profesional, tan “tupida” en eventos y éxitos, nos la presenta el Museo Bellapart en un verdadero mural biográfico, muy claro pese a su complejidad, una maravilla de diseño y de investigación, tan minuciosa como metódica.
Así mismo, en el otro extremo del salón, un mapa conceptual, nos brinda, en textos e imágenes, la sinopsis gráfica de recorridos de Prats-Ventós por el país. Gracias a ellos dominó rincones, horizontes, espíritu de su tierra definitiva.
Hombre de fe
Si nos referimos a estos estudios que realizó Myrna Guerrero como curadora, es que adquieren suma importancia para captar la profusión creadora del artista, su diversidad, su dominicanidad, tan extensa e intensa.
Antonio Prats-Ventós ha sido y sigue siendo el creador prodigioso de formas nuevas, y no solamente de una representación figurativa, sino de la forma pura y de su vitalidad orgánica, como si un equilibrio (re)encontrado y la felicidad contribuyeron a ampliar su obra, sin límites prácticamente. El amor, el matrimonio con Rosa María, la paternidad, constituyen elementos esenciales, presentes dentro y desde las obras de juventud.
Ahora bien, no basta con referirse a la creatividad ingente en tres dimensiones, ya que la pintura no “escapó” a su oficio y al placer obsesivo, casi incontrolable, de crear.
Cuadros impactantes, así la fila de caballos que casi nos reciben… y podrían brotar de la tela, alternan con las esculturas, aunque el mismo Prats-Ventós no atribuía a su producción pictórica igual valor y contundencia. Una de las tantas virtudes de la exposición es justamente la visión renovada de esa pintura.
El escultor genial fue simultáneamente un pintor grande e inconfundible.
La personalidad de Toni que se funde con su arte, lo proyecta como un hombre de fe y no podemos obviar la importancia de la temática religiosa si el autor no hubiera sido creyente. Antonio Prats-Ventos era un creyente mayor, también en la vida, en la condición humana, y por supuesto en la República Dominicana, su tierra, su gente, su cultura.
Las grandes cabezas que él ha “forjado”, no tienen comparación, por su robustez, por su fortaleza, por su afirmación antillana.
Coda
No queremos finalizar este primer texto sin una cita de María Ugarte, compatriota, analista, amiga, casi confidente de Antonio Prats-Ventós: “Hay en el desarrollo de la carrera de este escultor varias constantes que marcan y definen sus trabajos: su fuerza, su equilibrio, su aprovechamiento al máximo de los recursos de la materia y su profundo sentido de la dominicanidad dentro, en todo momento, de los principios universales del arte.”
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